Homenaje a Chavela Vargas

 
Cabo San Lucas BCS
Martes 14 de Agosto de 2012
Víctor Paz

Homenaje a Chavela Vargas en el Pabellón Cultural de la Republica
 
Luna Itzel y el Pabellón Cultural de la Republica de Los Cabos presentaron agradable homenaje a Chavela Vargas una de la mas grandes exponentes de la canción vernácula.
 
Este Martes 14 de Agosto de 2012 se llevo a cabo un merecido homenaje a la recién fallecida cantante Chabela Vargas, La cantante costarricense nacionalizada mexicana, quien fue una de las más grandes exponentes de la canción vernácula, la cual llevó el nombre de México a nivel internacional dejando un gran legado, no sólo en la música, sino en la cultura mexicana.
 
 
Grata noche pasaron los asistentes a este evento en donde la música y el recuerdo de este personaje emblemático que desgarra los sentimientos al cantar. El evento dio inicio con una introducción y pasajes de vida de la catante Chavela Vargas a cargo Ceci Miro quien nos introdujo en la intimidad de esta espectacular mujer a la que hoy México llora, se contó también con la excelente interpretación de Luna Itzel en la voz, quien canto un extenso repertorio en memoria de la fallecida cantante y quien hizo vibrar el corazón y erizar la piel con su voz, además del acompañamiento de Helder Ruelas a la guitarra se vivió una grata noche llena de recuerdos y pasión.

Texto por Ceci Miro homenaje a Chavela Vargas.
 
HOMENAJE A CHAVELA VARGAS.
MACORÍSIMA
Luna Itzel Y Ceci Miró
Pabellón Cultural, Martes 14 de agosto 2012
 
Chavela, la de la voz rota, la del jorongo, la que hacía llorar, la que hizo de la rebeldía, su verdadera patria, la que portaba una pistola: “Vale mucho –decía– porque esta arma ya ha matado y le tengo cariño”.
 
Su canto, era un fluido rasposo de un registro medio a punto de quebrarse y en el precipicio de un sollozo interno contenido, cavernoso en los bajos y metálico en los agudos, cargado de un sentimiento existencial que estremecía e incitaba con una desolación a punto de inyectarse tequila en las venas.
 
Paradójicamente era un canto celebratorio de la libertad humana, el gozo de la pasión sin límites y la entrega en todos sentidos al fenómeno de la vida, con la rebeldía suficiente para destruir tabú tras tabú y de la que extrajo las fuerzas para seguir en los escenarios hasta que la Catrina vino a buscarla.
 
“Estoy en paz con la vida- dijo -ya no puedo pedir más. Le dije ‘vida, nada te debo, vida estamos en paz y así se fue la vida y me fui yo, alguna tarde cuando las mariposas no duerman, cuando los pájaros cantan, cuando la lluvia no cae al alma, no cae el canto, ni canto cae’, así es la cosa”, recitó Vargas.
 
A ella, a Chavela Vargas, le rendimos este homenaje.
 
Sean bienvenidos.
 
93 años, 80 discos, conciertos en todo el mundo, y, 45mil litros de tequila fueron el marco donde cultivó amigos como: Frida y Diego, José Alfredo, Miguel Bosé, Joaquín Sabina, Pedro Almodóvar y Agustín Lara entre muchos más.
 
A José Alfredo y Agustín, los lloró y sobrevivió por décadas, convencida de que los dioses se llevan pronto a los buenos y dejan en este mundo a los menos buenos.
 
De cantina en cantina por el boulevard de los sueños rotos, Chavela hizo méritos para encontrar, en brazos de la parca, su poncho rojo y a sus amigos José Alfredo y Agustín
 
El primer éxito de su carrera, «Macorina», le sorprendió en Cuba, adonde había ido para una sola actuación y se quedó dos años.
 
La Macorina existió realmente, era cubana, se llamaba María Calvo Nordarse y fue la primer mujer que tuvo licencia para conducir en La Habana.
 
El origen de su nombre, se debe a que una noche, mientras ella paseaba por la ciudad, un borrachín la confundió con una popular cupletista, La Fornarina, pensando que su nombre era Macorina, comenzó a llamarla a grandes voces. La gente lo celebró, y a partir de ese momento se le endilgó tal nombre.
 
La Macorina hizo historia porque trascendió como precursora de los derechos de la mujer cubana, en el siglo pasado. Se dice, que su fantasma curvilíneo anda y desanda la ciudad, por las noches dormita sobre el Malecón habanero y, a ratos se escucha a alguien cantar “…ponme la mano aquí Macorina…”
 
Su viaje de parrandas duró quince años, Yo la conocí en 1974, en casa de unos amigos en Coyoacán: Ahí estaba, sentada en el piso, las piernas dobladas cubiertas con su poncho rojo. A un lado, muy cerca, una botella de tequila, a la que entre sentimiento, canción, sonrisas y recuerdos, le deba un trago. Cuentan, que eso era todos los días.
 
Su rebeldía la llevó a luchar contra sí misma; y salió del pozo, escalando trabajosamente y ganándose cada bocanada de aire. Desde entonces, 1990 dejó de beber.
 
El ave fénix volvió a vestir su poncho rojo y puso su voz al servicio del público de nuevo, con el corazón atemperado por la experiencia, derritió con sus llamas todos los escenarios, durante más de una década y media.
 
Aunque se despidió en 2006 de los escenarios, regresó dos años después para ofrecer un último concierto en el Auditorio Nacional de Ciudad de México, en el que logró ovaciones y aplausos, y del que tuvo que retirarse prematuramente por su frágil salud de hierro.
 
En sus últimos años de vida se dejó escuchar de vez en cuando, cuando sus achaques le dieron tregua; su última aparición tuvo lugar en el 10 de julio pasado en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde ofreció un concierto raro y único del que se despidió con un hasta luego.
 
Chavela estaba convencida de que su muerte iba a ser dulce. «Así soy yo. Voy a detener mis pasos una mañana temprano, o un atardecer, como quiera, no me cuesta»
Con Lorca hablaba en las noches de luna y en las mañanas con el Chalchi, el hermoso cerro frente a su casa de Tepoztlán, Morelos. Era chamana, «orgullosamente chamana», decía.
 
Las perpetuas gafas oscuras, el rostro arado por mil surcos, unas piernas maltrechas que acabaron descansando en silla de ruedas – tributo que había pagado a los dioses por haber andado tanto-, y una garganta que se perdía, no consiguieron borrar la rebeldía satisfecha que desplegaba Chavela en cada sonrisa, ni el impacto de mil puñetazos que tenía su lengua.
 
El poeta Federico García Lorca fue el motivo del último regalo de Chavela Vargas al mundo, un disco de poemas que presentó, a sus 93 años, en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México y en España, país al que regresó para buscar su alma y en el que actuó por última vez.
 
“Quiero morir un martes -dijo- para no fregarle el fin de semana a nadie. No fue así, la parca se le adelantó, o tal vez se atrasó.
 
Hizo una petición, que la despidan con esa canción popular mexicana que tantas veces cantó e inmortalizó: «Tápame con tu rebozo, Llorona, porque me muero de frío»
 
No sé si Chavela encontró a José Alfredo, Agustín o Cuco Sánchez, pero seguro que está brindando con  La Catrina. ¡Salud por Chavela!, y en el último trago nos vamos.